En los últimos años, la emigración desde las zonas menos desarrolladas hacia zonas más prósperas ha sido consecuencia directa del aumento de las desigualdades económicas en todas las partes del mundo en general. Asimismo, esta llegada de gentes de diversas culturas a otros países afecta a dos realidades interrelacionadas entre sí; la globalización y el multiculturalismo.
Durante décadas ha existido un profundo debate entre los principales argumentos defendidos, de un lado, por liberales y, de otro, por comunitaristas. La clasificación que los divide tiene su origen en una forma de referencia un tanto ambigüa, debido a la amplia gama de teorías en ambas corrientes. Asimismo, a través de esta recopilación nos basaremos en la presencia de un conjunto de diferencias notables entre ellos.
Por su parte el liberalismo, reúne un conjunto de doctrinas heterogéneas como el liberalismo igualitario o social y vertientes más radicales en cuestiones de independencia del individuo como el liberalismo individual, que ciertamente se opone al individualismo adoptado por el comunitarismo. Asimismo, una de las características primordiales del liberalismo, que a su vez lo dota de tintes de insuficiencia, es la defensa de una neutralidad por parte Estado, al que se le supone una actuación positiva. Frente a una diferencia clara con el comunitarismo que reivindica una política de la diferencia capaz de reconocer las peculiaridades de cada grupo con el claro objetivo de conseguir una democracia más inclusiva. De manera que, surge un debate ente la defensa de las minorías por parte del comunitarismo y la defensa de una cultura dominante por parte del liberalismo, el cual al mismo tiempo que da una imagen de esfuerzo por combatir la discriminación reforzando la legislación en la materia, propone que se puedan permitir determinadas modificaciones en las instituciones de la cultura mayoritaria. Por su parte, el comunitarismo distingue el concepto igualitario del de identidad, con el que busca el reconocimiento de unos derechos para los individuos pertenecientes al mismo grupo, a diferencia del concepto de igualdad amparado por los liberales, cuyos derechos son universales e iguales para todos.
En definitiva, estoy a favor del pensamiento comunitario a la hora de atender las diferencias de los colectivos, algo imprescindible para evitar que algunas culturas minoritarias desaparezcan, y estoy de acuerdo con el fin de alcanzar la igualdad respecto de aquellos grupos más desfavorecidos. Por el contrario y a modo de crítica, el liberalismo me parece un sistema que establece límites en la defensa de los derechos de las comunidades lo que genera un déficit en el necesario reconocimiento de derechos de los ciudadanos, que entiendo como mecanismo corrector a la hora de garantizar derechos a ciertos colectivos, como por ejemplo el de la identidad cultural. Deduzco que el Estado no debe limitarse a defender los derechos de los individuos, sino también los de las comunidades culturales en las que éstos se integran.
Finalmente, considero idónea la fórmula de comunitarismo, pero la revisión de ambos argumentos me hace considerar que la protección de las culturas de determinados grupos requiere que el reconocimiento de los derechos colectivos culturales sea condición necesaria para el ejercicio de la autonomía individual y merece la búsqueda de una identidad estrechamente ligada a la cultura; porque la identidad se forja en conexión con otros y depende por tanto del contexto social. Ese reconocimiento es necesario para alcanzar la igualdad respecto de aquellos grupos más desfavorecidos.
En definitiva, todas las sociedades organizan su estructura en torno a los distintos fenómenos tanto naturales como culturales o sociales en los que intervienen o participan sus individuos construyendo asimismo una forma de presentarse al mundo. Cuando hablamos de cultura, hablamos de ese conjunto de símbolos, normas, creencias, ideales, costumbres, mitos y rituales que avalan la historia de un pueblo, que se transmiten de generación en generación y que otorgan un sentido de pertenencia e identidad a los miembros de una comunidad. En las últimas décadas y desde una cultura política democrática de las naciones, se ha llegado a una idea de pluralidad que parte de la convicción de que cada cual tiene el mismo derecho a ejercer todas las libertades individuales de manera que cada sociedad se rija por una actitud tolerante frente a las distintas creencias existentes y en ocasiones contradictorias, dentro de un mismo espacio político. En este sentido, hablar del principio de pluralidad implica el reconocimiento genuino del otro y de su derecho a ser diferente.